Nunca supe qué era amar de verdad, hasta que me topé con un par de ojos color café, que no quitaban su mirada de la mía, me observaba detalladamente y parecía que no se cansaba de hacerlo; incluso sabía cuándo se me dilataban las pupilas, y tenía contabilidad del número de mis pestañas...Era de esas miradas intrigantes, que dejaban ver lo más recóndito de su alma.
Él no lo sabía, pues decía que sus ojos tenían un color demasiado corriente, que no son nada especial, sin embargo son los ojos más increíbles que he visto; sus ojos siempre me parecieron bonitos, más que bonitos. Ocultaban tantas cosas, tantos secretos, Aquellos ojos cafés que tanto adoraba.
Me enamoré. ¡Joder! Es que me encantan sus ojos, esa forma que me miran, la forma en que su mirada me dice que soy la mujer más hermosa de todas o como si fuera una maravilla, el paraíso o la criatura más bella del mundo. Me mira con esos ojos cafés dulces y esa sonrisa sincera en los labios...yo amaba cuando él me miraba así.
Esos ojos cafés que me inundan de todo lo que yo deseaba, de un amor profundo, un amor intenso, de aquellos que derriten el alma.
Y es que aunque sus ojos no fueran azules, encontré mi cielo en ellos.
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