miércoles, 2 de noviembre de 2016

SE ENCONTRARON NUESTRAS VIDAS...DISOLVIERON-REBOTARON. *Parte 1*


27 de octubre de 1979.

Y bien, aquí me encuentro nuevamente frente a la pantalla de mi ordenador, tratando de relatar una parte de mi vida, una historia algo fuera de lo común; tal vez mi alma descargue lo que llevo dentro de mí por tantos años.
Todo empezó una noche de enero de 1975, cuando me digné a escribirle un primer mensaje a ella, a esa chica que lo único que conocía de ella era parte de su nombre y que era la novia actual de mi anterior novio; ¿cómo es eso? bueno, empecemos por partes: 

Diego Tobar. 5 de octubre de 1974. 
Lo conocí mientras me encontraba escribiendo una carta de despedida a un viejo amor, y de repente llegó él, con una sonrisa que desarma a cualquiera y que causa felicidad absoluta en quien sea testigo de esa expresión en su rostro; entre platica y risas empezaron a aparecer sentimientos en mí, sentimientos que según sus palabras y acciones, también eran correspondidos. Pasó el tiempo y yo sentía que lo quería cada vez más, me sentía tan segura de él que no encontraba felicidad si no tomaba su mano. Un viaje a la capital cambió mi vida, pues la conoció a ella y se atrajeron hasta tal punto de empezar un noviazgo, mientras yo seguía esperándolo con ansias de abrazarlo y no dejarlo ir. Por supuesto, esta chica no tenía idea alguna de mi existencia, por el contrario, yo supe de ella desde el momento en que él me terminó para trazar su camino lejos de mi. Lo único que me quedó de su dañino amor fue una carta, una carta que me aprendí de memoria: 248 palabras, 57 comas, 12 puntos y ni una sola verdad. Ahora, sólo estaba sumergida en el dolor que me cegaba y no me dejaba ni amarme a mí misma; perdía mi tiempo re leyendo mis patéticas cartas escritas para él y observando todas sus fotos, sin excepción alguna a las que aparecía siendo feliz a su lado y las que ahora publicaba con su novia. ¡Oh vaya! el dolor era abismal, les prometo que arrancarse la piel con un corta uñas dolería menos. Yo, siendo tan pusilánime ante circunstancias como éstas y la vida me estaba dando una dura lección, así que tenía que aprenderla y comportarme a la altura. Nunca he tenido la capacidad de odiar, y esta vez no sería la excepción. ¿Odiarlo a él?, ¿por qué lo haría? si me dio días de felicidad que hacía años no tenía; a pesar de que se equivocó pero, vamos, somos humanos y para eso estamos, para cometer errores; eso no significa que yo esté defendiendo el hecho de que haya jugado con mis sentimientos, pero no sería capaz de odiarlo. ¿Odiarla a ella? muchísimo menos, si ella se entregó a él tanto o más de lo que lo hice yo; ambas caímos perdidas en sus sonrisa; cómo podría odiarla si ella jamás supo de mí, jamás supo del juego en que su novio me había envuelto, y que, desgraciadamente, ella estaba corriendo el mismo riesgo, pues viviría el mismo dolor que viví yo. 
& así fueron pasando los minutos, las horas, los días, cada vez intentando quererlo menos, pero eso no era tan fácil, necesitaba arrancarlo de mí por completo, no a pedazos ni a ratos. 



































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